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Somos muchos quienes apoyamos la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología para Chile, y consideramos que la iniciativa debió haberse implementado hace años. Hoy en día vemos luz al final del túnel, por lo tanto es necesario reflexionar en torno a los desafíos para nutrir esta nueva institucionalidad.

Además de una mayor disposición de recursos para el área, el Ministerio de Ciencia y Tecnología debe tener como gran desafío incidir en el desarrollo del país, a lo menos en mayor medida de lo que se incide con la estructura actual. Por ende, resulta fundamental pensar desde ya en el rol que adoptaremos.

En lo personal, y como representante de un Centro Regional de Desarrollo Científico y Tecnológico, creo que el objetivo debiera ser en primer lugar nutrir a este nuevo organismo de personal idóneo para generar lineamientos pertinentes a las necesidades del país, que sean capaces de integrar las visiones de diferentes actores desde los centros del conocimiento hasta las de sectores productivos y sociales, y por otro lado muy relevante, que sean pertenecientes a todo el territorio nacional. Resulta inédito que la comisión presidencial “Ciencia para el desarrollo de Chile”, se haya formado solamente con dos representantes de regiones de un total de 35. Surgen entonces algunas interrogantes: ¿cómo se determinará cuales son las demandas en el resto del territorio nacional?, ¿quiénes serán los interlocutores de las regiones que no están representadas?, ¿habrá políticas especiales para cada una de las regiones?, ¿cuál será el enfoque sobre las empresas de menor tamaño y su insipiente capacidad de absorción de tecnología?, entre otras.

Quienes trabajamos con un foco que centra su atención en los impactos regionales, sabemos que nos hace falta desarrollar ciencia adaptada a condiciones específicas que puedan solucionar problemáticas y difundir el conocimiento desde los territorios. Quizá desde regiones lo vemos como una forma de promover la valoración de la ciencia y su aporte a un desarrollo sostenible (económico, social y medioambiental). Cuando generamos conocimiento, queremos “transferirlo” para que pueda ser utilizado en beneficio de la comunidad y que esta también aprenda a valorarlo, a mi juicio, un rol clave del nuevo Ministerio puesto que estas acciones requieren de amplias políticas regionales.

En nuestro caso, la Región del Biobío gracias a su desarrollo industrial, posee gran presencia de empresas de mayor tamaño. Esta es una condición que no podemos ignorar como Centro Tecnológico, ya que existe una excelente oportunidad para que las empresas grandes, sean tractoras del desarrollo. Es decir, debemos nutrir a las PYMES dinámicas proveedoras de bienes y servicios para que sean capaces de albergar la instalación y permanencia de grandes capitales en la región. Qué mejor escenario para ellas que validar nuevas tecnologías con las grandes empresas locales.

Yo creo que con esa condición va a ser posible que la ciencia beneficie a una mayor cantidad de personas. Que las empresas de base tecnológica estén pensadas, por ejemplo, para el mejoramiento productivo, para la valorización de los residuos y generación de soluciones ambientales, y para generar estrategias de diferenciación de productos, entre otras líneas emergentes. Pero para eso tenemos que estar totalmente centrados en condiciones específicas, considerando que nuestras necesidades no son las mismas de otras regiones del país. Esperamos por tanto que la nueva institucionalidad lo tenga en consideración.

Finalmente me queda como reflexión que existe un desafío clave y es que la ciencia hoy en día no tiene la capacidad de atender las demandas tecnológicas del país, por lo que es hacia donde debemos concentrar nuestros mayores esfuerzos.

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Dr. Claudio Toro A.
Director Ejecutivo del Centro de Investigación de Polímeros Avanzados, CIPA

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Dr. Ing. Michael Thielen

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